El hombre que camina
Sartre dijo de sus esculturas anoréxicas: "Están a mitad de camino entre el ser y la nada".
Para simbolizar al ser humano, Alberto Giacometti modela a este personaje filiforme, cuyas extremidades se alargan, potenciando su extrema delgadez. Con ello transmite una sensación de fantasmagórica fragilidad pero a la vez una sólida determinación.
Las figuras de Giacometti, reducidas lo mínimo sólo para tenerse en pie, son intrigantes. Este «hombre que camina» viste una piel rugosa. Lo demás es hueso. No tiene identidad y es a tamaño natural, lo que nos hace identificarnos con la figura.
Al parecer estas figuras anoréxicas vienen de cuando el escultor tenía 37 años. En París se despidió de su amiga modelo Isabel Lambert y la observó alejarse. Giacometti vio cómo se hacía cada vez más pequeña, pero sin perder intensidad y conservando intacta su propia identidad.
Ahí lo tuvo claro: su objetivo era llegar allá donde la forma humana empieza a disolverse pero sin desparecer totalmente.
Sartre lo definió como «el artista existencialista perfecto», «a mitad de camino entre el ser y la nada».
Pero el artista supo captar el momento decisivo de un hombre que revela en sí una fuerza vital basada en su propio impulso. Y sus pies, anclados en el suelo, lo conectan a la tierra, con la que se convierte en uno.