La puerta del infierno
Rodin tardó 37 años en acabar este conjunto escultórico.
En el año 1880, Rodin recibe el encargo de realizar una puerta para el Museo de Artes Decorativas de Francia, que terminará abandonando y trabajando sobre ella someramente hasta consolidar el colosal trabajo que resulta en 1917. Nos encontramos ante la obra de mayor importancia realizada por el escultor, que servirá como hilo conductor entre los movimientos de finales del siglo XIX y los del XX.
El lenguaje escultórico de Rodin será definitorio para el posterior desarrollo del arte a partir de las vanguardias y romperá con el racionalizado discurso narrativo asentada por el neoclasicismo. Sus esculturas se caracterizan por la ausencia de un ángulo de visión correcto o conveniente, interpelando al espectador mediante los gestos y el relieve de los personajes, en ocasiones ininteligibles.
En esta obra, encontramos diferentes partes influidas por obras literarias como la Divina Comedia, aunque se reitera la falta general de correspondencias evidentes. El conjunto está encabezado por Las tres sombras, que adelantan los principios contrarios al orden clásico frente a una posible representación de Las tres gracias, como la realizada en 1813 por el escultor Antonio Canova (1757–1882). Rodin nos muestra la misma figura alterando la idea tradicional de equilibrio y significación mediante la disposición de los cuerpos y lo que de ellos se muestra, teniendo en cuenta la información no vista.
Más abajo, hallamos la figura de El pensador, que serviría para la conocida escultura que elabora posteriormente.
Del conjunto general de la obra se extraen motivos escultóricos individuales; en la puerta, los encontramos en un fondo que podríamos denominar magmático, donde se produce una solidificación de los cuerpos en el instante. El tratamiento de las superficies genera ambigüedad en las gesticulaciones de las figuras, consiguiendo así una reinvención de los efectos sensoriales mediante la impronta personal del artista durante el modelado.