Pigmalión y Galatea
A un deseo de distancia.
Desear algo con tanta fuerza que a la vida no le quede nada más que dártelo.
Pigmalión era un escultor que, a pesar de haber jurado que no necesitaba compañía alguna terminó por enamorarse de su estatua de marfil y sus rasgos perfectos; tan intenso fue su amor que cada noche la visitaba y deseaba con todas sus fuerzas que cobrara vida para hacerle compañía.
En una celebración a la diosa Venus que tenía lugar en la isla Chipre, Pigmalión le suplicó que le diera vida a su amada y, pensando que era un capricho a los ojos de los dioses se retiró a su hogar; sin embargo, antes de dormir visitó nuevamente a su hermosa creación buscando alguna señal. Esperó por horas hasta que sus impulsos lo dominaron y se acercó a besarla, al momento de hacerlo su tacto no le pareció frió y distante como el mármol, sino cálido y que poco a poco cobraba vida.
En esta escultura Rodin logra retratar la metamorfosis de Galatea al tacto de Pigmalión, los detalles por debajo de las rodillas y las manos indican cómo pasa de ser un bloque de mármol a un ser amado.
Con el paso del tiempo esta leyenda se convertiría en una base psicológica para lo que se conoce como el Efecto Pigmalión, determinando la posible influencia que las creencias de una persona tienen en el rendimiento de otra.
Quizás es tiempo de cuestionarse si uno ha menospreciado sus propios pensamientos y creencias en uno mismo.