El beso
El escultor francés sirve de puente entre la escultura tradicional y la moderna.
Rodin, «El padre de la escultura moderna», ideó esta estatua para sus Puertas del Infierno. En principio representaba a Paolo y Francesca, dos personajes de La Divina Comedia de Dante, que fueron asesinados por el marido de la chica al sorprenderlos besándose.
Sin embargo el escultor se dio cuenta de que la escultura transmitía más bien felicidad y sensualidad, por lo que decidió convertirla en una obra autónoma e independiente, y el público la acabó bautizando Le Baiser (El Beso), título abstracto que traduce bien su carácter universal.
El artista impresionista fue uno de los puentes entre la escultura tradicional y las nuevas corrientes vanguardistas desarrolladas en los siglos XIX y XX, como podemos observar en ese estilo non finito y el hecho de que el espectador pueda rodear la obra y encontrar en ella multitud de detalles (algo lógico en una escultura).
Los cuerpos desnudos y entrelazados de los dos amantes se funden como si fueran uno y la pasión del beso nos hace partícipes a los espectadores de la intimidad del momento.
En la escultura hay dos texturas claramente diferenciadas: por un lado los amantes, pulidos y naturalistas, y por otro la roca sobre la que descansan, que no oculta el material en el que está esculpido.