Arco de histeria
Si el cuerpo reacciona a heridas emocionales, la escultura también debería.
Louise Bourgeois se metió de lleno en el psicoanálisis durante buena parte de su vida. Y una cosa que tenía el psicoanálisis era ese interés de Freud en “la mujer histérica”, esa loca que llegaría a tener contorsiones donde el cuerpo se arquearía en el aire. Por supuesto, para un psicoanalista eso de levitar no era cosa de hombres.
Ya sea por recuerdos traumáticos reprimidos o por algún tipo de represión psicosexual, a Louise le pareció interesante que el cuerpo reaccionara así ante heridas psicológicas y emocionales. Y si el cuerpo puede, es lógico que lo haga también la escultura.
Bourgeois realizó un molde de un cuerpo femenino y lo “ahorcó” en el aire, de forma que la escultura bañada en bronce podía girar, balancearse y vibrar. Nunca estar sólida y estable como un hombre, sino emocional, inestable, vulnerable como una mujer.
Así, esta mujer sin cabeza lleva implícita la sexualidad, el miedo o la inseguridad marca de la casa. Algo tan femenino y sensual, y a la vez tan doloroso sería fruto de su propia autobiografía, como el resto de su obra, que rezuma honestidad.
Además para Louise, darle ese brillo dorado serviría para que el espectador, hombre o mujer, se viera atrapado dentro de la figura en plena contorsión.