El mamón
La luz entra en una casa.
Sorolla representa en este Mamón (nos encanta el nombre) a una familia obnubilada ante la presencia de un nuevo miembro: un bebé que está siendo amamantado.
Estamos en un taller de lana segoviano (ahí están perfectamente representados los muebles, las máquinas y todo tipo de texturas y materiales de una casa trabajadora estándar típica de la época). Pero todos es esa casa dejan de trabajar para ver el espectáculo.
Para esta escena de género, Sorolla opta por una composición al estilo Jiménez Aranda, que fue su mentor y maestro, pero por supuesto deja abierta una ventana para que entre la luz, el ingrediente principal de todos los cuadros del pintor valenciano.
La claridad entra por esa ventana (fuera vemos parte de la vegetación del jardín de la casa) y así se construye a las figuras que están en relativa penumbra. Es Sorolla en estado puro. Más que el bebé, que apenas se aprecia, la luz es la protagonista, el pretexto y la herramienta para crear esta tierna escena, tan del gusto de los compradores de arte de la época, ávidos de melodrama costumbrista decimonónico.
El pintor tenía 31 años y empezaba a hacerse un hueco en el mercado artístico español. Poco tiempo después su pintura ya no sólo era venerada en Valencia y en Madrid: toda Europa e incluso Nueva York empiezan a caer rendidos al talento del pintor de la luz.