El Nacimiento de Venus
La Venus más academicista
Cabanel pinta el nacimiento más famoso de todas las divinidades: Venus (o Afrodita según la mitología griega) que emerge, ya adulta, entre la espuma de las olas del mar.
Si no conociéramos de sobra esta historia, o el título de la pintura, ni siquiera parecería un nacimiento, ya no sólo por ser adulta, sino que aquí la diosa parece haberse echado una generosa siesta entre las olas, y ahora se está desperezando mientras unos putti (angelitos, amorcillos…podemos llamarlos de muchas maneras) revolotean sobre ella, y dos de ellos soplan unas grandes caracolas (¿Harán la función de despertador?).
Resulta una obra evidentemente bella, Cabanel sabe retratar a la perfección la anatomía y logra crear un hermoso paisaje en armonía con tantos tonos azules. Sin embargo, no deja de ser un Nacimiento de Venus como el que realizó Bouguereau: obra totalmente idealizada y academicista.
Es muy importante el contexto de esta obra, porque ya nos situamos en el año 1863, y aunque este tema mitológico gustaba mucho en la Academia, al resto de artistas y público más moderno le comenzaba a… aburrir, por decirlo de una manera más suave. Ese mismo año Manet expuso su famoso Déjeuner sur l’lHerbe, y el público más conservador quedó escandalizado al contemplar a una mujer completamente desnuda, sin ningún pudor, entre dos hombres completamente vestidos y mirando hacia el espectador.
Porque, claro, esa mujer era real, y no una divinidad. Por eso Cabanel triunfó y Manet fue rechazado. A veces los cambios asustan…