El prestidigitador
Abracadabra.
Un grupo de flamencos se reúne en torno a un mago — o más bien un ilusionista o prestidigitador— que les hace un nada por aquí para acaparar su atención y mientras tanto, un ladrón está haciendo el verdadero truco: llevarse el dinero del bolsillo del crédulo.
El Bosco, o alguien de su taller, pintó esta escena que pretende advertir sobre los peligros de ser demasiado pardillo. Y es que ser demasiado confiado lleva a que te fíes de charlatanes que te hacen trucos de magia más o menos sofisticados, pero que tienen un solo objetivo, y no es precisamente en tu beneficio. Como dice el refrán flamenco: «Nadie es tan tonto como un tonto voluntarioso».
Aquí el espectador confiado está alucinando pues el prestidigitador le enseña una perla o algo parecido y hace surgir de su boca una rana o un sapo. Los expertos en el Bosco ven a los sapos como algo negativo, un símbolo asociado al pecado y a la falta de razón. También está un buho en la cesta del mago, símbolo de inteligencia (o más bien de la astucia) y una cigüeña en la ventana superior izquierda, que vaya usted a saber qué significa.
Mención especial para ese pequeño perro con gorra de bufón y un cinturón de cascabeles, que mira a ese hipnótico aro.