El carro de heno
El mundo es un carro de heno, del cual cada uno toma lo que puede.
El Bosco dedica una de sus últimas obras al tema del pecado. Tres cuadros en uno que desarrollan lo que más nos define como humanos: nuestros defectos. Y nunca la humanidad en conjunto estuvo tan bien representada. El artista nos retrata casi como insectos que presentan diferentes actitudes ante un montón de paja, es decir, ante un montón de nada.
A menudo vemos lo perecedero, lo efímero, como lo más importante y aquí podemos observar a todos, ricos y pobres, tontos y listos, fuertes y débiles intentando conseguir un puñado de ese heno y dispuestos a cualquier animalada para conseguir su objetivo.
El carro lo guían al infierno esas criaturas híbridas típicas del artista, pero nadie parece darse cuenta. Todos siguen al carro, hasta el Papa o el Rey. Todas las clases sociales quieren conseguir su parte de placeres y riquezas, aunque algunos, claro está, lo tienen mucho más fácil. Otros tienen que luchar encarnizadamente para hacerse con un puñadito de ese preciado heno.
La escena se inspira en el proverbio flamenco que dice: El mundo es un carro de heno, del cual cada uno toma lo que puede.
A la izquierda vemos el panel del Paraíso terrenal, origen del pecado. Arriba está la caída de los ángeles rebeldes, que se convierten en su descenso en seres monstruosos. Después podemos observar la creación de Eva; más abajo la tentación y el pecado original, y finalmente como Adán y Eva son expulsados del Edén.
En el panel central, podemos contemplar el gran drama de la Humanidad. El pobre Jesucristo mira desde el cielo a la gente, corrupta, descontrolada. Sobre el carro, dos pecadores retozan y otro crea algo de música. Y ya sabemos lo que opinaba El Bosco de la música…
Tanto desenfreno sólo tiene un destino: el infierno. Y ahí está la tabla derecha que haría las delicias de cualquier grupo de Metal para una de sus portadas. Un paisaje urbano con la luz incandescente de los incendios. Notemos que este infierno todavía está en construcción. Un conjunto de grotescos albañiles crean el perfecto lugar de castigo para la humanidad. Al parecer ya no caben más almas en el infierno y hay que construir más aforo.
Una obra universal, comprensible para cualquier cultura. Una pintura que no pierde actualidad (aún 500 años después) y presenta valores estéticos y morales siempre vigentes, más aún en tiempos como los que estamos viviendo estos días.