En el tocador
Sonrisas en el espejo.
Aislada en casa por el invierno ucraniano, a Zinaida Serebriakova no le quedó otra que practicar eso que mejor se le daba: la pintura. La artista empezó a plasmar los objetos más cercanos, los del tocador de su confortable habitación: botellitas, frascos, latas y joyas. Las pintó y dibujó una y otra vez, pero un día de nieve, de pronto se miró en el espejo y sonrió.
Tenía 25 años y un talento descomunal (uno de sus maestros había sido Ilya Repin, nada menos). Así que ¿porqué no autorretratarse? Un género que todo artista ha usado alguna vez. Pero Zinaida Serebriakova hace un autorretrato muy especial.
La artista se peina de manera tan real que parece una fotografía actual. Aunque Zinaida era pintora, y esto es una pintura. La artista no se pinta a sí misma; pinta el espejo reflejando su imagen, que es muy distinto. Podemos ver el marco del espejo e incluso algún objeto «del mundo real» como ese candelabro con vela.
Al usar esa composición es como si Zinaida nos invitara a participar de su intimidad, de su felicidad.
Porque Zinaida parece feliz en esta pintura. Utiliza colores alegres, brillantes, con esos blancos radiantes. Tan feliz es que hasta parece que emana luz por todo el lienzo. Y además ¡Magia! Nos contagia su juventud y su felicidad.