Zinaida Serebriakova
Ucrania, 1884–1967
Zinaída Serebriakova fue quizás la pintora más importante de la Rusia pre-revolucionaria. Perteneció al movimiento «Mir Iskusstva», sobresaliendo claramente de los demás miembros del grupo. Son sus cuadros pequeñas obras maestras que rezuman armonía y plasticidad, y sus escenas de género son asombrosamente exquisitas: la vida rural de Rusia (el campo ruso con sus campesinos trabajando), escenas domésticas con sus hijos jugando o comiendo… Es la belleza de lo cotidiano.
Nació cerca de Jarkov (Rusia, hoy Ucrania) en una familia aristocrática con tradición artística y una privilegiada posición en la Rusia zarista que le permitió cursar estudios de arte. Uno de sus maestros fue nada menos que Ilya Repin.
Su vida cambia en 1917. Su esposo muere de tifus en una de las cárceles bolcheviques y queda sola al cuidado de sus cuatro hijos y una madre enferma, sin apenas medios para subsistir. Abandona en esa época el óleo y recurre a «técnicas baratas» como el carbón o el lápiz.
En 1924 consigue marcharse a París por un encargo y no pudo regresar a Moscú en años. Sólo consiguió traer a dos de sus hijos. Para consolarse, viaja por el mundo (Marruecos) pintando las mismas escenas domésticas y rurales, pero en otro país.
Tras poder volver a ver a sus hijos, vivió y murió en Francia.
Nunca pintó modelos profesionales. Siempre utiliza a amigos, familia y a sí misma como protagonista de sus cuadros, incluidos sus magníficos desnudos.
Desde muy joven demostró su talento para mostrar la belleza. Su forma natural de pintar junto a su audacia hacía de su obra muy superior al resto de artistas de la época (por no hablar del realismo socialista soviético). Además nadie dominó como ella en toda Rusia el calor y la emoción en la pincelada.
Es evidente la sensualidad que perfumaba sus lienzos. Mujeres hermosas cargadas de sutileza y erotismo, y siempre expresando la felicidad en sus rostros.