
Fuego de campamento
En tierras salvajes.
Dos pescadores descansan por la noche al calor de una hoguera. Pernoctan en algún lugar de las Montañas de Adirondack, que Winslow Homer conocía bastante bien e inspiraron su obra. Uno duerme dentro de la tienda construida bajo un árbol. El otro mira el fuego, ese elemento hipnótico que a veces hacer perder la noción del tiempo a quien lo observa.
Homer hace lo imposible: retratar de forma realista el fuego, con sus chispas, sus brasas y su humo haciendo caprichosas espirales y caracolillos. Tan realista que un amigo del pintor llegó a decir que un leñador podría saber qué tipo de troncos se estaban quemando por las chispas que se elevaban en largas líneas curvas.
Y lo consigue como si no le supusiera un esfuerzo. Parece fácil para él aplicar las pinceladas con semejante valentía y audacia. Ya se ve ese talento en sus geniales acuarelas, algunas de las cuales tuvimos el orgullo de comentar en esta web.
Homer crea diagonales por todas partes para componer esta obra maestra, como para darles refugio a estos dos supervivientes en tierras salvajes. Esta pintura es todo un canto a la naturaleza y un himno a la soledad alejada del mundanal ruido de las venenosas ciudades.