Huevos frescos
El increíble arte de la acuarela.
Mostrar escenas de la vida campesina usando Arte con mayúsculas, como había visto Winslow Homer en los extraordinarios artistas de la Escuela de Barbizon durante su estancia en Francia. Eso era lo moderno, lo honesto, lo correcto que había que hacer si te dedicabas a esto del arte. Los impresionistas, por el contrario, no le dijeron nada.
En la década de 1870, Homer regresó a Virginia, donde había vivido durante la Guerra Civil, para tener una idea de lo que le había sucedido a la comunidad. Ahí se dedicó a crear obras pastorales por medio de la acuarela, quizás en un intento de viajar al pasado, a tiempos más pacíficos.
En esos años pintó obras excepcionales, escenas rurales o idílicas de la vida en la granja. Las acuarelas se convirtieron en su técnica preferida y adoptó los pequeños formatos (en este caso, algo menos que un folio A4).
Lo cierto es que sorprende lo bueno que es Homer como acuarelista. Desde lo más abstracto (la paja) a lo más detallado (ese gallo), de lo más geométrico (los barriles) a lo más caligráfico (los aperos colgados en la pared del fondo). Todo, las texturas (ese vestido), la luz, la composición… Todo en Homer posee una calidad que lo convierten en —quizás— el mejor acuarelista de la historia del arte.