Escena de playa
Un grupo de niños juegan en la playa.
El pintor más importante de la segunda mitad del siglo XIX en los Estados Unidos. Ese es el señor Winslow Homer, que retrató más y mejor que nadie el mar, con todo su misterio, belleza y peligro.
Mares enfurecidos, mares en calma, o como en esta exquisita escena, el mar visto desde la playa, en uno de sus primeros ejemplos en la historia del arte. Poco después artistas como Boudin en Francia o Sorolla en España pondrían de moda esta temática en la que no sólo se podía representar la naturaleza en estado puro, sino la más rabiosa actualidad de las costumbres sociales de la época.
Eso de pintar la playa desde la playa, poniendo el caballete en la arena y sintiendo la brisa marina fue algo muy típico del impresionismo, movimiento en el que el autodidacta Homer nunca militó, pero desde luego absorbió para su beneficio personal.
En su viaje a París en 1867 conoció a los que serían los impresionistas y debió ver cosas que le gustaron. Es por ello que esta Escena de playa es una de sus obras más próximas al movimiento que revolucionaría el arte desde Francia para el mundo entero.
Impresionismo en la espontaneidad de los niños que juegan, en la luminosidad, en esos reflejos en la arena mojada igual de vívidos que las propias figuras, en su interés por captar el clima…
Un crítico dio en el clavo al ver la exposición de esta obra en Nueva York: una playa horrorosa [… ] Lo único que salva a este cuadro del ridículo es el propósito evidentemente honrado del autor: el deseo de reproducir exactamente lo que percibe el ojo, ni más ni menos.