Vistiéndose para el carnaval
Los carnavales afroamericanos.
En 1865 acaba la Guerra Civil en los Estados Unidos y los afroamericanos fueron liberados (aproximadamente cuatro millones de esclavos). La comunidad negra era al fin libre, al menos en teoría. Winslow Homer, que fue una especie de artista corresponsal durante la Guerra Civil, visitó Virginia a mediados de la década de 1870 para cerciorarse de que todo iba como tenía que ir, según ordenaba la Decimotercera Enmienda, que prohibía —y sigue prohibiendo— todo tipo de esclavitud en el país (salvo condenados por un delito, es decir, trabajos forzados… ¡increíble país…!).
Homer pudo observar la vida de los antiguos esclavos durante la primera década de la Emancipación y pudo además constatar sus costumbres como es el festival afroamericano conocido en el sur como Jonkonnu (Pinkster en el norte) que mezclaba tradiciones africanas y cristianas y servía para celebrar los tres días libres que se daban a los esclavos en los que estos se disfrazaban de manera colorida.
Es el caso de la figura central de este cuadro, al que unas mujeres están disfrazando como un arlequín. Cosen los últimos adornos del disfraz mientras él sostiene una flor entre los labios. Un grupo de niños observa la escena y algunos de ellos portan banderitas americanas, aludiendo a la supuesta integración, pero lo cierto es que los negros tardarían en ser integrados en una sociedad como esa. Muchos seguían viviendo en las mismas cabañas de las plantaciones de esclavos (las vemos al fondo), muy pocos conseguían trabajos dignos y buena parte de ellos seguiría décadas con los pies descalzos, como vemos en el cuadro.
Aún así, eso no resta un ápice de dignidad y épica a esta ceremonia ancestral plasmada por un nada condescendiente Homer, que nunca ocultó su simpatía por estas gentes y la causa abolicionista.