Gato devorando un pájaro
No hay gatos policías.
El gato es una criatura fascinante: de un ser cariñoso, dispuesto a compartir su comida con un artista hambriento como Picasso en su etapa más azul, pasa a ser un bicho cruel y sanguinario que destroza un pájaro sin razón. Bello animal. Aristocrático. Camina con la misma elegancia por salones de palacio que por callejones oscuros, pero ¡qué hijo de puta el Felis Silvestris Catus…!
Evidentemente, en pleno 1939, de lo que habla Picasso no es de sus adorados gatos, sino de la terrible situación en su país. Franco entra en Barcelona en enero (la madre del artista fallece también ese mes) y en marzo cae Madrid. La Guerra Civil llegaba a su fin, pero empezaba la represión, continuando la violencia sin sentido. También el resto de Europa empezaba su pequeño conflicto, y de pronto todo se llena de gatos y pájaros, de depredadores de ojos salvajes y víctimas torturadas, devoradas vivas.
Como en este terrorífico lienzo donde este gatito con sus afiladas garras y colmillos destripa a un pájaro (un cuervo quizás, la paloma de la paz…). A Picasso le parece la mejor imagen de lo que había ocurrido y de lo que faltaba por ocurrir.
Terrorífica imagen porque es una escena cotidiana, algo natural si así se quiere ver. Una escena que se repetirá, sin duda, por mucho que lo denuncien los artistas, primeros encargados como agentes sociales de alertar de putas mierdas intolerables.
Por cierto, recordamos desde aquí la mítica semana del gato en HA!