Gran Equis
El abstracto simbolista. El espiritual matérico.
Con esta obra llamada Gran Equis, Antoni Tàpies consolida el reconocimiento internacional y la notoriedad dentro del mundo del arte que ya no le abandonarán. Las interpretaciones sobre ella han sido tan variadas como numerosas debido a su importante carga de simbolismo, que recorre el conjunto de su trabajo perteneciente a la denominada corriente informalista.
Al situarse enfrente, el espectador se halla ante un lienzo de altas dimensiones verticales (1,95 m.) coincidentes con la altura real de una puerta tapiada –Tápies. La negación del paso se impone al sentido mismo de tránsito, que coincide con otra posible lectura: la crucifixión, que las cuatro señales afines a cuatro clavos en las cuatro esquinas del lienzo revelan. En el cuadro, averiguamos una temporalidad aprehendida por la pintura, atrapada en la superficie de la tela que Tàpies acomete.
La composición es precisa y ruda al mismo tiempo. Tenemos una superficie abrupta, sobre la cual intervienen elementos en descomposición que apuntan a un acontecimiento remoto, un hecho pasado perpetrado con anterioridad. Aun así, el conjunto adquiere fuerza presencial al entablar un discurso con todo aquel que se detiene a dejarse interpelar por el mismo.
El cuadro es en sí una síntesis de correspondencias recíprocas que conducen hacia un espacio infranqueable: el fondo negro, la oscuridad, sola textura, superficie, rugosidad, vacío.