Jacqueline sentada
Consciencia de la bidimensionalidad.
Cuando pensamos en Pablo Picasso pensamos automáticamente en el cubismo, y dentro del cubismo, las obras más conocidas son sus retratos, ejemplos perfectos de esta vanguardia donde parece que cada ojo mira a un sitio distinto, la nariz está doblada, los hombros no se sabe de dónde vienen y a dónde van… Es la llamada «perspectiva simultánea».
Lo que hay que saber para entender la obra de Picasso es que se basa en un principio sencillo pero no por ello menos complejo: tomar un objeto que tiene tres dimensiones, como lo es el cuerpo humano, e intentar plasmarlo en un plano que sólo tenga dos dimensiones, como lo es el lienzo de sus pinturas. Picasso quiere poner en esta obra varias perspectivas distintas, y por ello tiene que «romper» el rostro.
Con Jacqueline sentada Picasso nos enseña los rasgos que él consideraba más interesantes de su nueva amada: los ojos, colocados al mismo tiempo de frente y de perfil, y la nariz en un triángulo casi perfecto. La manera en la que la representa, sentada y serena, es un contraste con las escenas que se sabe que se vivían en su hogar, y es que las relaciones de Picasso tienen siempre en común el maltrato. Picasso viene de conocer a Dora Maar y Françoise Guillot, de las cuales nos quedan testimonios del infierno que podía ser vivir con Pablo.
Las tres franjas de colores que forman el fondo son un guiño a su amigo Matisse. Por si nos pareciera poco con el bajo concepto que tenía de las mujeres, los artistas se negaban a enseñar sus creaciones al malagueño. Sabían que se la estaban jugando a que Picasso acabara estando muy inspirado por ellas, o dicho para que nos entendamos, que las copiara. Se aprende de lo sublime y de lo infame.