Judas
La soledad del sacrificio.
El polaco Edward Okuń abrazó el simbolismo y el Art Nouveau y realizó muchas obras de alto contenido simbólico y alegórico. Uno de los temas que trató bastante fue el de la situación del artista, su conciencia creativa y su soledad. Y pocos personajes hay más solitarios que Judas Iscariote.
Judas fue el Apóstol más vilipendiado y se convirtió en el símbolo de la traición por antonomasia. Sin embargo, siempre hubo voces que lo defienden, ya que si lo pensamos, sus acciones fueron necesarias para la redención de los pecados mediante la crucifixión. Si no fuera por su «traición», la humanidad no se habría salvado. Judas fue un héroe, y lo sacrificó todo (incluida su reputación por los siglos de los siglos) por su colega Jesucristo.
Esa es la tragedia de este personaje bíblico tan complejo y tan maltratado en el arte.
Okuń parece comprender e incluso empatizar con esta tragedia, y se compadece de la inevitabilidad de su destino. Convierte la figura de Judas en una especie de alegoría del hombre moderno con sus debilidades, condenado a la traición y al dolor interno asociado a ella, sacrificando sus valores por dinero.
Aquí Okuń pinta el busto de Judas de perfil. Pelirrojo, barbudo, ensimismado, sin atreverse a levantar la vista. En la cabeza tiene una diadema formada por monedas de plata (su pago por traicionar a Jesús fue de treinta piezas de plata). Esa es su corona de espinas particular. Está exiliado fuera de la ciudad, un eterno vagabundo a quien nadie aceptará.
Atrás, en una vista panorámica, está Jerusalén, casi geométrica, con algunas zonas soleados y otras en sombra. El cielo está terriblemente nublado y cae la sombra también sobre Judas. La lluvia y la tormenta reflejan su resignación y desesperación.