La calle Montorgueil
Incendios en miniatura.
Una bandera es un incendio. Una banderola, un incendio en miniatura.
Este cuadro es una constelación de fuegos blancos. Rojos. Azules.
Monet cuenta que el día que realizó esta obra, el 30 de junio de 1878, caminaba por la rue Montorgueil en medio de la celebración nacional. Al andar vio un balcón; subió; pidió permiso para pintar en él; se lo concedieron. Extrajo sus materiales, se instaló y pintó. Luego volvió a la calle con el lienzo aún fresco, cuando la imagen aún no se había «fijado» en el soporte; Monet caminaba y los colores se inmortalizaban. Es decir que es posible que el propio Monet sea uno de los transeúntes que aparecen en el cuadro: caminante bajo una constelación de incendios.
Una ligera desviación: Monet y Manet, más allá de la similitud de sus nombres (y de la constante confusión que ocasionan), fueron dos pintores que compartían y frecuentaban los mismos lugares, atmósferas y… temas.
Édouard Manet tiene un cuadro titulado La calle Mosnier con banderas que detalla, en apariencia, lo mismo que Monet en La calle Montorgueil. Pero un tema en pintura, así como un color, tiene una amplia gama de tonalidades. En el cuadro de Manet hay un protagonista: un cojo que transita una calle semidesierta el día que se celebra el fin de la guerra. Un cuadro, así como un cuento, se sostiene en el subtexto, en la ironía o melancolía que evoca una escena. La pintura retrata, o delata, los subtextos de lo cotidiano, porque, ¿qué queda cuando acaba la guerra o cuando termina una fiesta? Cenizas o malheridos que buscan, renqueantes, el camino de vuelta a casa.
Un cuadro, casi siempre, tiene dos historias.
Quizá por eso llama tan poderosamente la atención La calle Montorgueil, porque en él no hay una segunda historia. Ahí solo hay fuego. Monet captura el momento exacto en el que la celebración toca su punto más alto, no por nada en el cénit, en lugar de sol, una bandera corona el cielo. El éxtasis no tiene una segunda narrativa porque mientras sucede, quien lo experimenta no está consciente del momento en el que este se esfumará para convertirse en el sedimento sobre el que se anida la nostalgia.
Por cierto, es de notar como por el fervor de la festividad, la calle, como todas las demás figuras, pierde su rectitud y se ondula al calor de la dicha. La calle de Montorgueil es un baile compuesto por incendios miniatura.