La fuente
Y quién se esconde detrás del seudónimo de R.Mutt.
Esta pieza fue considerada, por medio millar de expertos, como la obra más influyente del siglo XX en 2004 [1]. Esta escultura, ya fue en su momento motivo de debate y por mucho que pasen los años todavía hoy hay quien se sigue preguntando por qué es tan importante. Pues como la mayoría de las veces, para entender una obra de arte hay que entender su contexto histórico y artístico.
Esta obra se realizó en 1917, época en qué convivían las primeras vanguardias del siglo XX que exploraban con nuevas formas de representación de la realidad, así como de entender el arte. Aquí está la importancia de estas nuevas corrientes, el plantear un modo de representación que rompe con tantos siglos de pautas y normas. De modo que cuando apareció La fuente en la exposición anual de la Sociedad de Artistas Independientes, el revuelo que se generó fue tremendo. Alguien cogió un orinal de caballeros, lo firmó, lo dató y lo expuso como si de una obra de arte se tratara… ¡Cómo se atreven…! Pues bien, este ready-made u objet trouvé —objeto encontrado— abrió un nuevo camino para la historia del arte. Más adelante, La fuente resultaría importante para entender corrientes como el arte conceptual, en el que la obra es la idea, el concepto y la reflexión que trata la pieza expuesta.
Llegados a este punto del artículo, si usted tiene nociones de historia del arte, estará pensando que una servidora ha cometido un grave error, que la ficha técnica de la obra es errónea, que el autor de esta pieza es y ha sido de toda la vida Marcel Duchamp. Bien, agárrese usted, querido lector a su silla, pues no fue Duchamp el autor de la obra más influyente del siglo XX, tal y como le han hecho creer. Sí, como lo oye, yo también me quedé congelada cuando leí en el libro de Eugenia Tenenbaum, La mirada inquieta [2] que la autora de La fuente fue ni más ni menos que Elsa Von Freytag-Loringhoven, o también conocida como la baronesa dadá. Fue el mismo Duchamp quien, en una carta dirigida a su hermana, explica:
Una de mis amigas, la cual ha adoptado un pseudónimo masculino, Richard Mutt, ha enviado un orinal de porcelana a modo de escultura.
Si ha llegado hasta este punto del artículo, sepa que esto no es una rabieta feminista que pretende «cargarse» la historia del arte, no. Si hace una breve búsqueda en internet sobre la artista verá que en más de una, dos y tres webs se habla de la autoría de la baronesa sobre la pieza. Quizás deberíamos abrir más los ojos y cuestionarnos quién nos ha contado y nos cuenta la historia del arte, y que es lo que se han dejado por contar.