Las bestias
Animales salvajes.
Pavel Filonov fue un artista muerto de hambre. Literalmente. Murió de hambre —junto a otros 642 000 civiles— durante el Sitio de Leningrado en 1941. Y eso que un par de décadas antes, Filonov era el artista más interesante del arte ruso, con un futuro brillante, pero las desavenencias con el estado soviético lo fueron condenando poco a poco al ostracismo. Aunque Pável Filónov era comunista, el régimen no consideraba sus trabajos muy obreros, así que poco a poco su obra fue vetándose hasta desparecer de los museos, galerías y salas de exposiciones. Su nombre fue casi borrado de la historia.
En los buenos tiempos, cuando pintó este cuadro, Filónov era todo un vanguardista, un experimental. Metido en el Cubismo (y el «anticubismo», del que teorizó) y el Futurismo ruso, hasta se codeó con Malevich y compañía, de tú a tú.
En esta pintura se ve que era comunista hasta en su panteísmo. Seres humanos, animales y plantas, los seres vivos, eran de igual importancia en el universo; todos productos de la misma materia y del mismo origen. De ahí que creyera en una unión armónica entre todas las formas de vida y sobre todo en un vínculo espiritual del ser humano con la naturaleza.
Aunque, no sé por qué, no todo es armonía en esta pintura. Hay cierta perturbación, inquietud, hasta se podría decir cierta angustia en esta ciudad invadida por enormes y coloridas bestias con elementos antropomorfos. A pesar de lo naíf de lo casi infantil de esta obra, parece comunicar un mensaje ¿Es el paraíso, la utopía de color la que ha creado y que ha engordado a sus propios monstruos?