
Álamos
Pintar el aire.
Con cuatro simples árboles como motivo, Claude Monet realizó una serie de lienzos en diferentes momentos del día o del año, y con diferentes situaciones climáticas ¿Resultado? Los mismos árboles, pero unas pinturas totalmente distintas.
La luz afecta a todo. Lo cambia todo. Estos cuatro álamos a la orilla de un río cerca de su casa de Giverny son la excusa para demostrar algo así de revolucionario en pintura. La luz se puede pintar, o eso creía Monet, que quería aspirar a algo tan imposible como es pintar el aire.
Monet pintaba el aire y la luz que rodeaba a los cuatro árboles, y lo hacía desde una barca flotando en río Epte. Al parecer no le interesaba mostrar las copas. Sólo los troncos y sus reflejos en el agua eran lo importante. En realidad, si nos ponemos abstractos, son cuatro líneas verticales cortadas por una horizontal, que viene a ser el umbral entre «lo real» y «su reflejo».
El impresionista se pasó medio 1891 pintando a estos cuatro, pero un día, el pueblo de Limetz, al otro lado del río, decidió vender los árboles en una subasta. Monet le pagó al leñador un alquiler para que no los talara hasta que acabara su obra.