María Magdalena
Una de las joyas menos conocidas del Louvre.
Un desnudo de lo más inusual, sobre todo teniendo en cuenta que se está representando a una santa, más aún: la discípula preferida de Jesús…
Cuenta la leyenda que en sus últimos años María Magdalena viajó a Francia y se fue como eremita a una cueva —La Sainte-Baume, cerca de Marsella— donde vivió sin ropa el resto de sus días, vestida únicamente con sus cabellos.
Y precisamente así, como Dios la trajo al mundo, es como la representa el interesantísimo escultor Gregor Erhart, a caballo entre el arte medieval y el renacimiento.
Se notan ciertos rasgos todavía típicos del gótico tardío, como pueden ser ese estilo refinado y el rostro sereno de la Magdalena, sin embargo hay algo ya del todo moderno en esta escultura y es la búsqueda de una belleza formal específica mediante la plenitud del desnudo femenino. Frente a las figuras femeninas góticas, siempre delgadas e irreales, Erhart opta por las curvas apenas ocultas por esa alucinante melena dorada.
Las voluptuosas carnes de esta santa son del todo inusual, y debieron ser todo un acontecimiento cuando se expusieron así en la iglesia. Un desnudo así de sensual es algo ya prácticamente profano, por mucho que pretenda ilustrar el éxtasis místico de una penitente que como vemos está rezando (o al menos sus manos hacen pensar eso).
Sin duda, el renacimiento estaba llamando a las puertas del norte y podemos llegar a vislumbrar ese crucial momento histórico con una visita al Louvre más alternativo, pasando un poco de las filas de la Gioconda y descubriendo tesoros como este.