Masacre en Corea
Guernika 2: el retorno.
Prohibida hasta 1990, Corea del Sur acoge por primera vez en su historia la obra con la que Picasso denunció los horrores cometidos por parte de Estados Unidos durante la guerra. Masacre en Corea, uno de los tres grandes murales que conforman la serie de denuncias a la guerra que el pintor malagueño realizó, se exhibirá en el Hangaram Arts Center Museum de Seúl desde mayo de 2021.
La pintura, de estilo expresionista, muestra una composición violenta marcada por el protagonismo de la línea dibujística y un eje vertical que divide la escena en dos: a la izquierda, un grupo de mujeres y niños desnudos esperan la inevitable tragedia a la que les destinan los seres del lado derecho, unos personajes revestidos con unas armaduras que nos transportan a una dimensión a la vez mecanizada y arcaica de la guerra. El pelotón de fusilamiento americano aparece totalmente deshumanizado, preparado para liquidar a la población civil norcoreana.
Llama la atención, como ya viéramos en su Guernica (1937) y en tantas otras tradiciones culturales, la feminización de la víctima. La elección del género a la hora de representar la impotencia y el poder no parece aleatoria, y hasta en la figuración de las formas podemos evocar la persecución que hombres armados con peces espada protagonizaban alrededor de mujeres desnudas en El Jardín de las Delicias (1503–15).
Por otra parte, destaca la ausencia de referencias concretas que nos permitan identificar el país, que más allá de ver su trágica división evocada, quizás, por el propio paisaje de río y montañas que separa los dos grupos, no aparece individualizado. Pensamos entonces en las claras influencias del artista: Los fusilamientos del 3 de mayo (1814) de Francisco de Goya, y La ejecución de Maximiliano (1867) de Édouard Manet, cuya composición reproduce de manera casi idéntica Picasso, nos remiten a la universalidad de la tragedia bélica y a su sufrimiento inevitable por parte del último culpable; la población civil.
La adhesión al ideario comunista del artista es más que conocida, y por representar a la potencia occidental como el monstruo destructor esta obra fue considerada una muestra explícita de propaganda comunista durante los años de la Guerra Fría. Quizás su bienvenida, en 2021, a la capital de la Corea fundada por el capitalismo sea una oportunidad para reconocer, precisamente, ese carácter desgraciado de la guerra imperialista, cuyas consecuencias más atroces aún perviven en la península.