
Negro sobre siena oscuro sobre púrpura.
La oscuridad sobre la oscuridad.
«Un cuadro toma vida ante la presencia de un espectador sensible, en cuya conciencia se desarrolla y crece»
Mark Rothko.
En el año 2012, David Lynch participa en el documental Harry Dean Staton: Partly Fiction, dirigido por Sophie Huber, sobre la vida del actor Harry Dean Staton. Parafraseando al filósofo Emil Cioran, Lynch entrevista a Staton, haciéndole unas pocas preguntas:
– Lynch: ¿cómo te describirías a ti mismo?
– Staton: como nada, no existe el yo.
– Lynch: ¿cómo te gustaría que te recordaran?
– Staton: no importa.
– Lynch: ¿cuáles eran tus sueños de niño?
– Staton: pesadillas.
Siendo honestos, hubiese estado genial esta misma entrevista también entre David Lynch y Mark Rothko. No se por qué, pero además, a Rothko le pegaría mucho hablar también sobre música electrónica experimental, algo del estilo Massive Attack.
La obra de Mark Rothko es conocida por sus lienzos rectangulares, de tamaños considerables y coloridos; y que pretenden a su vez evocar emociones tanto psíquicas como místicas en el espectador, utilizando el arte abstracto como herramienta para expresar su particular cuestionamiento filosófico sobre el existencialismo y la espiritualidad.
También era de sobra conocida su terrible adicción al alcohol, que, combinado con antidepresivos, finalmente le llevaron al suicidio.
Esta obra refleja la oscuridad sobre la oscuridad. La interna y la que percibía de manera externa. La angustia y la subjetividad. Una pátina negra que se difumina sobre el tono púrpura, casi rojizo. No se llegan a distinguir entre sí, quedan semi fusionadas. Pero al fijamos bien, tras la penumbra y la violencia oscura de la pintura, hay una franja de esperanza, una línea que divide la pieza, con un sutil efecto visual, en dos rectángulos, consiguiendo cambiar la perspectiva de la obra, alejando al espectador poco a poco de las tinieblas.
Vivimos tiempos convulsos. Parece que, lo que nos hacía ser humanos, se fuera alejando por momentos, sucumbiendo en esa penumbra de tonos oscuros y púrpuras. En un mundo que nos hace ver esta obra casi como un espejo, un reflejo, igual de oscuro y poco esperanzador; ¿por qué no imaginar un futuro donde lo más sencillo y puro de la vida nos vuelve unir, como puede ser una simple charla entre amigos, divagando o, simplemente, existiendo y dejando existir?
O si no, bastando con recordar con cierta ironía a Cioran: «Tanto tiempo y trabajo en conseguir hacer amigos, para que llegue el psiquiatra y me diga que son imaginarios…»