Paseo por el acantilado de Pourville
Primavera normanda.
En la década de los 80 Claude Monet era un pintor cuarentón y viudo. Su esposa Camille había muerto tres años atrás y el artista estaba ya harto de la ciudad y su ajetreo. Además las ventas de cuadros no iban nada bien. Francia estaba en plena crisis económica.
Es por eso que decidió dejarlo todo en febrero de 1882 y viajar a Normandía para descansar un poco y alejarse lo máximo posible de la «civilización».
Pourville era un pequeño pueblecito de pescadores normando. No había apenas nada que recordara a lo urbano. Monet se enamoró inmediatamente del sitio y su entorno. Era primavera y las praderas eran verdes, llenas de flores de cromatismo infinito. El cielo azul salpicado con algunas nubes blancas y esponjosas. Y el mar era una mezcla de miles de colores y luces reflejados en constante movimiento. Un paraíso para un impresionista.
Monet pinta los acantilados de Pourville, reflejando esta orgía de color, luz y movimiento. Introduce en el paisaje a dos figuras paseando (probablemente las hijas de su nueva pareja) y forman una unidad con el paisaje. Todo está unificado a través de esa pincelada corta.
Se nota que el pintor era feliz esa primavera normanda.