Pintura amarilla
El arte de la sinestesia.
Dicen que cuando Kandinsky oía una trompeta, lo veía todo amarillo. El artista tenía sinestesia, un fenómeno mental que consiste en mezclar y confundir los sentidos, por lo que pueden pasar cosas tan mágicas como ver colores al escuchar algún sonido o leer alguna palabra.
Evidentemente, Kandinsky utilizó este super-poder para su propio beneficio y no es extraño que en un determinado punto de su carrera el artista desarrollara una pintura abstracta que casi emite sonidos, pues está llena de musicalidad, ritmos y armonías.
Kandinsky había dejado una brillante carrera de derecho para dedicarse a estas tonterías. ¡Menudo abogado se perdió la humanidad! Pero al menos ganó un gran artista (y profesor, su participación como docente en la Bauhaus fue de una importancia capital).
Además, el pintor era muy místico en esa época (recordemos su libro De lo espiritual en el arte (1910), casi un texto de autoayuda para los artistas más intensitos) y creía que el creador estaba obligado a escuchar su propio «sonido interno» y expresarlo a través de color y forma.
En su último periodo, del que forma parte esta vibrante Pintura amarilla, Kandinsky multiplicó formas y colores y llenó sus cuadros con miles de pequeñas formas geométricas que parecen palpitar, parecen estar vivas. Casi se puede oír la trompeta.