Cielo azul
Un Kandisky menos rígido.
Todo el mundo conoce a Wassily Kandinsky por ser el precursor del arte abstracto (aunque ojo, no fue él sino Hilma af Klimt), además de por sus importantes tratados sobre la forma y la pintura en el arte. Aunque estudió derecho y economía, a los treinta años decidió dedicarse por completo a la pintura. Esto le hizo moverse continuamente por Europa: se mudó de Moscú, su ciudad natal, a Múnich, donde cursó sus estudios de arte y formó Der Blaue Reiter junto a Franz Marc. Regresó de nuevo a Rusia tras el estallido de la Primera Guerra Mundial, y una vez finalizada, volvió a Alemania, donde fue profesor en la Escuela de la Bauhaus hasta su cierre, trasladándose por el progresivo ascenso del nazismo a París en 1933, ciudad en la que permaneció hasta su muerte once años después.
La obra Cielo azul pertenece a este último periodo. En ella se disponen, sobre un fondo azul, diferentes formas biomórficas y flexibles, delineadas con formas suaves y de colores vivos, que parecen evocar la idea de microorganismos suspendidos sobre un mar azul.
La ruptura con sus obras anteriores es clara, dada la gran fluidez de los contornos y la menor rigidez de las formas; por el contrario, vemos cierta aproximación con la obra Constelaciones de Joan Miró, a quien Kandinsky visitó ese mismo año, tanto en la organicidad de las formas como en la predominancia de los colores primarios.
El azul era el color favorito del artista, quien decía que es el color del cielo y llama al hombre hacia el infinito.
El optimismo que desprende Cielo azul sorprende en una dura época en la que París se hallaba bajo la ocupación nazi.