Punto blanco
Amor al color.
A mediados de los años 20, justo la época en la que Kandinsky impartía clases en la Bauhaus, el arte del pintor se caracterizó por este tipo de abstracciones geométricas formadas por círculos, semicírculos, cuadrados, triángulos y demás figuras, todas ellas de color.
El color era la herramienta con el que Kandinsky trabajó y experimentó toda su carrera. Quizás porque cuando estudiaba arte con Franz von Stuck, este vio que la paleta de Kandinsky era demasiado brillante y lo obligó a pintar sólo en gris durante un año. Normal que el pintor llenara sus obras de colorido después de esto, (aunque debió aprender una cosa o dos sobre «la forma como tal»). Quizás también porque Kandinsky tenía sinestesia, un fenómeno mental que consiste en mezclar y confundir los sentidos, por lo que pueden pasar cosas tan mágicas como ver colores al escuchar algún sonido o leer alguna palabra.
El color, como sabemos, es infinito, así que el artista tendría una fuente inagotable en el futuro.
En esos años, Kandinsky también estaba un poco obsesionado con el concepto de «punto». En 1926 publicaría «Punto y línea sobre el plano», donde nos habla de este elemento que es la extensión, forma y el color. En este cuadro en concreto, Punto blanco, este elemento es el protagonista, pese a que hay muchas más formas y colores por ahí. Quizás el punto blanco sea el origen de todo.
Hasta 1931 Kandinsky no paró de experimentar con el color en la Bauhaus, tanto en la teoría como en la práctica, pero ese año los putos nazis iniciaron su campaña contra la escuela por ser un nido de arte degenerado, y en 1932 la Bauhaus cerró. Kandinsky se iría entonces a París, donde inició otra nueva etapa, distinta, pero igual de colorida.