Rafael y un amigo
El artista se retrata con un amigo anónimo.
La identidad de Rafael Sanzio en este autorretrato está fuera de toda duda, pero la del personaje que aparece a la derecha permanece hoy en día sin desvelarse. Quizás sea su maestro de esgrima, por la empuñadura de la espada.
Pese a todo, no podemos más que sacarnos el sombrero de nuevo ante el buen hacer de uno de los más grandes artistas de la historia del arte (aunque decir que Rafael era directamente el más grande no sería descabellado). El pintor recrea dos figuras llenas de vida sobre ese fondo oscuro uniforme y se pinta a sí mismo poniendo su mano en el hombro de su amigo, mirándonos.
Y aunque Rafael era ya en la época, con 36 años, el decorador oficial del Vaticano y jefe de las antigüedades de la ciudad, no se lo tenía nada subido a la cabeza, como podemos ver en este humilde retrato en el que no se muestra como un tipo importante. Incluso parece más importante su colega.
Los dos amigos llevan barbas y bigotes similares, además de un vestuario muy parecido. Estas pintas eran la moda masculina de la época, una especie de estilo hipster de los primeros años del siglo XVI.
Es un brillante ejemplo de cómo en aquellos años estábamos desarrollando formas más monumentales y dinámicas, de acuerdo con el ejemplo de Sebastiano del Piombo.