Vendedora de camarones
Obra acabada.
Hay bocetos de toda la vida y hay otros bocetos que tienen algo de definitivo, que ya son Arte. Es el caso de este magnífico retrato de una de las vendedoras ambulantes de mariscos en Londres, que por lo general eran las hijas o esposas de los pescadores.
Con su cesta con el producto en la cabeza, la chica sonríe irradiando felicidad. Hasta podemos ver sus dientes, algo inédito en los retratos de la época, sobre todo los femeninos.
Aquí se nota sobre todo la espontaneidad: pocas capas de pintura, pinceladas ásperas, sin mezclar, casi como fregando el lienzo con el pincel… Es una pintura muy «descuidada» para mediados del XVIII. Hogarth la debió pintar a toda velocidad, y eso muchas veces es bueno para el resultado: menos técnica pero más verdad.
Y eso que Hogarth no era muy de bocetos como este. Al menos no tan inmediatos. Pero debió quedar tan contento con su Vendedora de camarones que la tuvo en un lugar de honor de su estudio durante los últimos 20 años de su vida. Y en ese tiempo no agregó ni una sola pincelada más a la imagen. Casi nunca pasa, pero a veces, sólo a veces el artista sabe a ciencia cierta cuando su obra está acabada.