Boceto para El sultán Mulay Abderraman
Los bocetos de Delacroix son un ejemplo de frescura y fuerza.
Este es un boceto del que sería el definitivo óleo de Delacroix sobre el Sultán de Marruecos Moulay Abd-er-Rahman saliendo de su palacio de Meknes rodeado de su guardia (Sí. Ese es el título final del lienzo).
En 1832 el artista realiza un viaje de seis meses al norte de África, pasando por Marruecos y Argelia. Ahí descubre una nueva luz y un nuevo color que no existían en la vieja Europa.
El romántico Delacroix se enamora inmediatamente de los paisajes, las gentes, el exotismo y el misterio del continente. Está convencido de que África del Norte es un vestigio de las antiguas civilizaciones clásicas y todo ello acaba influyendo inevitablemente en su obra posterior.
Se sabe bastante de este viaje porque fue el propio Delacroix quien escribió un suculento Diario del artista, además de cientos de cartas dirigidas a sus amigos:
Imagina querido amigo, lo que supone contemplar las puestas de sol, ver a personas que se parecen a antiguos cónsules, Catones y Brutos, paseando por las calles, arreglando sus sandalias, a los que ni siquiera falta el aire desdeñoso que deben de tener los amos del mundo.
Carta a Pierret 29 de abril de 1832.
Cientos de bocetos.
Así en 1845, con cientos de bocetos sobre acontecimientos como la recepción del Sultán Moulay Abd-er-Rahman (este es uno de ellos), Delacroix crea la más monumental de sus obras sobre el tema de Marruecos.
Es fantástico cómo el boceto tiene más vida, frescura y fuerza que la obra final (un pelín acartonada en comparación). Con este rápido apunte, Delacroix consigue plasmar la escena en segundos (era casi un reportero) captando la composición, el colorido y el pintoresco paisaje.
Casi casi, una obra impresionista por sus pinceladas sueltas y el hecho de captar su impresión sobre la luz, el color y el momento.
Esquisse pour le tableau Moulay Abd-er-Rahmane, sultan du Maroc, sortant de son palais de Méquinez, entouré de sa garde et de ses principaux officiers.