La libertad guiando al pueblo
Ricos y pobres unidos por la libertad... ¡Qué romántico era Delacroix!
Delacroix nos pinta una barricada humana sobre la que avanza la libertad, imparable y desnuda, con la ayuda del pueblo francés. Por supuesto, la mujer enarbola una banderita, que es ese trapito que tanto estimula a los patriotas. Manía de los románticos, tan nacionalistas ellos, de asociar libertad y nación.
Todo este patriotismo viene por la insurrección parisina de julio de 1830, llamadas las Tres jornadas gloriosas (Trois Glorieuses), que acabó con el reinado del terror de Carlos X y puso a Luis Felipe de Orleans en el trono. Por fin Francia le daba algo de poder real a la burguesía.
Estamos pues, quizás ante el primer cuadro político de la pintura moderna. En la enorme obra aparece un representante de cada francés: burgueses con chisteras, mendigos con harapos, niños con pistolas y cadáveres por doquier en el suelo. Al fondo, una masa de gente anónima lucha entre el humo y las explosiones.
Como buen romántico, Delacroix sabía remover emociones, y qué mejor que mostrando a este conjunto de gente en una lucha épica por conseguir sus ideales.
Pero la figura principal de la pirámide compositiva (¡Ah, Delacroix…! ¡Cómo te gustaba Gericault.…!) es sin duda la figura de la Libertad, con su gorro frigio republicano y la bandera tricolor del nuevo régimen. La libertad enseña las tetas. Va desnuda porque, cómo es lógico, es libre. Igual que la verdad, no tiene nada que ocultar.
Y en estos tiempos, quizás igual de convulsos que los de esa Revolución de Julio, recordemos para acabar uno de los significados de libertad: Libertad es el derecho de decirle a la gente lo que no quiere oír.