La barca de Dante
Adiós al neoclasicismo.
La Divina Comedia de Dante sirve de inspiración para un Delacroix de 24 años a punto de comerse el mundo.
El pintor era una joven promesa del arte francés que se codeaba con Baudelaire, Chopin, Victor Hugo, Dumas… Prefería andar con músicos y poetas malditos que con artistas plásticos como él, por lo que es lógico que una de las obras más importantes de la literatura lo inspirara para su cuadro más ambicioso hasta la fecha.
Delacroix mezcla violencia y erotismo para una obra dramática, indudablemente romántica. El niño prodigio se resiste a abandonar por completo el clasicismo, pero no cabe duda de que esa fuerza arrolladora del romanticismo ya está presente aquí.
Una masa de cuerpos retorciéndose enloquecidos en el agua mientras Virgilio y Dante cruzan el Río Estigia, el límite entre nuestro mundo y el mundo de los muertos. La ciudad al fondo arde como telón para esa locura y desesperación.
Por supuesto, Delacroix tuvo una importante influencia para semejante explosión de emociones: La Balsa de la Medusa de Gericault.
La obra se presentó en el Salón de 1822 y causó asombro. Delacroix necesitó varias semanas de recuperación tras el duro esfuerzo que supuso pintar este cuadro, pero ya estaba consolidado como uno de los mejores pintores de Francia.