Cama sin hacer
¿Hay algo más evocador que una cama sin hacer?
Con 20 años, Delacroix pinta esta magnífica acuarela donde hace un estudio de luces y sombras en los pliegues de las sábanas. Por lo general estos estudios se hacían para pintar los vestidos de príncipes y princesas, togas de ilustres personajes de la antigüedad y demás temas “nobles”. Sin embargo este chaval llamado a transformar la pintura francesa (“seré todo o nada”, decía ya de muy joven) decidió mostrar simplemente una cama sin hacer, donde no hay muebles ni personajes de ningún tipo. La cama es la obra.
Y esto es algo muy moderno. Tanto que casi dos siglos después la artista Tracey Emin haría lo mismo como algo rompedor e inédito: exponer en “My Bed” su cama deshecha y desaliñada, con sábanas sucias y ropa interior tirada, colillas y botellas vacías. Y recibió aplausos y millones de libras por mostrar su ready-made mezclado con autorretrato. Ese fue un hito histórico en los 90, lo que dice mucho del arte reciente.
Delacroix se adelantó 170 años a los ladrones posmodernos. Y su cama sin hacer es la prueba. Una cama que nos dice muchas cosas, más aún por esa melancolía y extrañeza que evoca. Entramos en un terreno casi prohibo, secreto, doméstico. Una cama donde el artista pasó una enfermedad, o practicó sexo, o soñó con su siguiente obra maestra. Y es más evocadora aún si nos fijamos un poco y con un poco de imaginación descubrimos, entre las sábanas, nada menos que la cabeza de una Medusa.