Virgen de Belén
Síntesis de resignación y afecto
¡Abrid ventanas, puertas, balcones! ¡Dulzura y belleza se han abrazado, pues los párpados han hablado y Torrigiano los ha modelado en un patio de Sevilla!
Pietro Torrigiano, natural de Florencia, tras haberle roto la nariz a Miguel Ángel de un puñetazo, marchó a Sevilla, donde se refugió en la disciplina escultórica de la imaginería; es en estos momentos cuando realiza una de sus obras cumbres: la Virgen con el niño.
Puedo aseguraros que observar la obra en la casa donde duerme, el Museo de Bellas Artes de Sevilla, se trata de una experiencia escalofriantemente bella. Sus delicados pliegues de terracota junto a los rostros ovalados y quattrocentistas emiten destellos de terneza que advierten sobre la dulzura que impregna la obra del florentino –- y que influirá notablemente en la obra de imagineros barrocos como Juan Martínez Montañés-–.
El rostro de ella recuerda a la síntesis de resignación y afecto que una madre siente cuando conoce que a su hijo recién nacido le están tallando ya una cruz donde Longinos le coronará con su lanza. Esta sensación metafísica es la que logra captar también Francisco de Zurbarán en La Casa de Nazaret: el momento cuando las lágrimas de felicidad universal se agrian con la peor de todas las bilis; la de una madre que pronto dejará de serlo.