Arnold Schönberg
Austria, 1874–1951
Arnold Schönberg, o Schoenberg fue un músico vienés (después estadounidense) que se daba la casualidad de que también pintaba. Como músico revolucionaría un poco todo el cotarro del siglo XX, inventando eso de la disonancia, aunque crítica y público no entendieran muy bien de lo que estaba hablando este hombre. Como pintor, dejó obras de una personalidad evidente.
Schönberg nació para la música. De niño se inició en esta arte de forma autodidacta. De joven, con varias obras maestras ya escritas, decidió que el sistema armónico tonal estaba en crisis y había que superarlo. Se convirtió entonces en un músico atonal.
Con respecto a la pintura, Schönberg no sabía pintar cuando empezó en las artes plásticas en torno al 1906. Simplemente observó al pintor Richard Gerstl trabajando y decidió que la pintura sería también su profesión. Y no debió de hacerlo del todo mal, ya que Kandinsky, apasionado de la música, invitaría a Schönberg a unirse a Der Blaue Reiter, donde ejerció de pintor y compositor.
Kandinsky diría de él: Vemos que en cada cuadro de Schönberg habla el deseo interno del artista en la forma que le es propia. Al igual que en su música. Schönberg renuncia a lo superfluo, es decir: a lo pernicioso, y va directamente a la búsqueda de lo esencial.
Schönberg buscaba el arte por el arte. Tanto en música como en pintura, lo suyo era subjetivismo puro, y además de una enorme expresividad. Aún así no era abstracto y destacan en su producción muchos retratos y autorretratos, y también «Visiones» y «Miradas». Su pintura destaca (quizás a diferencia de su música) de una característica espontaneidad.
La ascensión de los nazis en 1933 hizo que Schönberg tuviera que exiliarse, ya no por ser judío, sino por su condición de compositor moderno, cuyas obras escapaban por completo del entendimiento de los nuevos gobernantes del Imperio Alemán. Estados Unidos sería su nuevo hogar donde pudo enseñar música y pintar de vez en cuando.