El Lissitzky
Rusia, 1890–1941
Pintor, dibujante, diseñador, fotógrafo, tipógrafo, ilustrador, arquitecto, publicista, editor, escultor… Todo eso era El Lissitzky (Lázar Márkovich Lisitski o Эль Лисицкий), un constructor, y un artista que dominó (y transgredió) casi todas las disciplinas artísticas.
Pieza clave de las vanguardias europeas, quizás no pasó a la historia del arte como otros de sus compañeros por haber colaborado activamente con el régimen de Stalin (quizás como único medio de supervivencia).
Desde siempre supo que el artista podía ser un agente del cambio social. De familia judía e ideas progresistas, vivió la Revolución Rusa con ilusión. En 1919 ya estaba dando clases de arte, impresión y arquitectura en Vítebsk (escuela creada por Chagall después de ser nombrado Comisario de Asuntos Artísticos).
Ahí conoció a Kazimir Malévich, y empezó a ser, más que un suprematista, un agresivo militante del suprematismo ayudando a desarrollar más el movimiento. Suyos son los «proun», según palabras del artista, «un estado intermedio entre la pintura y la arquitectura».
Sobre 1921, el suprematismo empezaba a romperse en dos mitades ideológicamente opuestas: una que favorecía un arte espiritual y utópico, y la otra que defendía un arte más utilitario que sirviera a la sociedad (derivaría en el constructivismo).
Lisitski no se posicionó y aprovechó para marcharse a Berlín, donde entraría en contacto con las locuras que hacían los teutones en la época, que no tenían nada que envidiar a las rusas. Pero su paso dejó huella e infectó con la abstracción revolucionaria soviética a media Europa que después desarrollaría la Bauhaus y el movimiento De Stijl.
De vuelta en Moscú, El Lissitzky trabaja en una propaganda de marcado carácter experimental y se introduce en la arquitectura utópica como diseños de rascacielos y su «proyecto para la tribuna de Lenin», aunque ninguno de estos delirantes construcciones de llevaron a cabo. También diseñó- eso sí- los más increíbles montajes de exposiciones internacionales para el gobierno, dejando en la edad media al resto de países invitados.
También se interesó por los medios impresos y empezó a diseñar libros y periódicos introduciendo innovaciones radicales en tipografía y fotomontaje. Veía a sus diseños como objetos poderosos que podían cambiar el designio de la historia (hoy sabemos que sí).
En sus últimos años ya era una oveja más del régimen totalitario estalinista, pero no dejó por un momento de experimentar, a veces sorteando la censura cada vez más férrea de un estado que quería producir sólo un tipo de arte: el realismo socialista.
El Lissitzky murió en esa URSS cada vez menos experimental. Nunca sabremos si colaboró con el régimen (su esposa e hijos fueron enviados a Siberia tras su muerte), pero si podemos decir que sin él no existirían el diseño moderno, la tipografía y las exposiciones de arte tal y como las conocemos.