Golpead a los blancos con la cuña roja
En plena experimentación posrevolucionaria, El Lissitzky creó un cartel tan sencillo como eficaz.
El Lissitzky se había formado como arquitecto antes de caer bajo el hechizo suprematista.
Muy joven aún, estaba viendo como la guerra civil no dejaba avanzar el arte posrevolucionario y decidió ayudar de la mejor manera que podía: con propaganda.
La guerra entre los Guardias Blancos anti-bolcheviques y el gobierno socialista de Lenin se libró también con carteles, pero del lado rojo las cosas eran mucho más… experimentales.
El Lissitzky compuso este cartel de formas geométricas, planos superpuestos y la típica paleta suprematista (negro, blanco, rojo), dividiendo la obra por la mitad con una potente diagonal. En el lado derecho, un triángulo rojo invade el círculo blanco con su arista afilada, y hasta se rompe su punta, saliendo volando varias esquirlas rojas. ¿Captáis el simbolismo, verdad…?
Fue sumamente interesante para la época que se usara un arte tan poco figurativo de esa manera tan simbólica (y por lo tanto figurativa), y todo el mundo comprendió el mensaje, desde los campesinos hasta los generales.
Tan eficaz fue este cartel que su influencia llega hasta hoy.
Es algo atemporal y universal utilizar la simplicidad de las formas con colores primarios, aunque resulte imposible explicar o racionalizar. Pero fueron esos artistas rusos de vanguardia, esos visionarios los que redujeron todo a la nada para exponer algo más de lo que supuestamente estaba ahí.