Smile
El anónimo artista ilustra la economía global.
El anonimato puede ser algo muy bueno para el arte. No hay nada como la celebridad para que un artista se convierta en alguien que no es. Banksy es uno de esos ejemplos de anonimato para preservar lo subversivo, lo combativo, incluso lo ilegal del mundo del arte. ¿O quizás no…?
Aquí el gurú del Street Art «vandaliza» la ciudad de Nueva York con una obra a medio camino entre el situacionismo y el Pop, con ecos de Warhol, y utiliza para ello el famoso logo de Harvey Ball (que cobró por diseñarlo 45$) para transmitir uno de sus característicos mensajes.
Un trabajador triste y aburrido pega posters de todo lo contrario. Bien sabemos algunos la mierda que es el trabajo en publicidad, donde las sonrisas del producto contrastan con la explotación de la mayoría de sus trabajadores.
Irónicamente, Banksy se acabó convirtiendo en un producto capitalista. Es algo conocido ya por todos que en la historia del arte: los poderes fácticos siempre acaban absorbiendo lo subversivo para empaquetarlo y venderlo, porque así, además de neutralizarlo, se consiguen beneficios. Ahí están los ejemplos del Che Guevara o los Sex Pistols… Y también el del propio Banksy.