Frederic Leighton
Reino Unido, 1830–1896
No llegó a cumplir los 66 años, pero… ¡qué vida tan intensa la de este artista!
Leighton nació en Yorkshire (Inglaterra), en el seno de una familia de negocios, y gracias a ellos no le faltaron las oportunidades para labrarse un buen futuro, viajando por toda Europa y viendo el arte más representativo de cada país.
Su educación artística fue muy variada, tuvo diferentes mentores, pues estudió en Alemania, Italia y Francia. Finalmente se estableció en Londres, y allí se convirtió en el líder de un grupo de pintores ingleses que se hacían llamar «Los Olímpicos», pues todos ellos compartían la fascinación por el arte y cultura griega. En el British Museum estaban ya los grandes e impresionantes mármoles del Partenón, «adquiridos» por Lord Elgin (en fin, corramos un tupido velo sobre este asunto) y este antiguo arte que tanto admiraban les servía de inspiración para sus obras.
Y aunque no fuera uno de sus miembros principales, tuvo también relación con la Hermandad Prerrafaelita, estuvo en gran medida influenciado por este grupo.
No todo era pintura, bien es cierto que es más conocido como pintor y su catálogo pictórico es muy extenso, pero Leighton se formó también como escultor y realizó bellas piezas, en su mayoría de temática mitológica e incluso diseñó la tumba de Elizabeth Barrett Browning, escritora de la época victoriana.
Frederic Leighton tuvo la enorme suerte de triunfar como artista en vida, era un hombre atractivo, popular, inteligente y agradable con el resto, su talento y encantadora personalidad le hicieron ganar la fama y múltiples títulos: en 1864 se convirtió en socio de la Royal Academy, cuatro años después fue ascendido a académico y 1878 nombrado director. Ese mismo año fue nombrado caballero, y finalmente, en 1896 (el mismo año de su muerte) le concedieron el título de Par británico, a la altura de la monarquía, el máximo honor al que podía acceder.