Kara Walker
Estados Unidos, 1969
Existen muchos artistas que, desde el cubo blanco, denuncian la realidad negra. Kara Walker es, quizás, una de las más relevantes e interesantes.
Walker nació en Stockton (California), donde vivió hasta los 13 años. A esa edad se muda con su familia a Atlanta donde comprueba en sus carnes que era un mal lugar para ser negra. Inició sus estudios artísticos en el College of Art de esta ciudad pero decide que nada tienen que aportarle los grandes pintores europeos y americanos así que opta por mostrar sus inquietudes en torno a la identidad, raza y género y cómo estos conceptos determinan la forma en que se generan las relaciones de poder.
Observa en todo esto una característica principal, la ambigüedad. ¿Quién tiene realmente el poder? ¿Dónde reside la moralidad? Decide que las siluetas representan a la perfección todo esto. La Historia del Arte y de la Humanidad están atravesadas por el interés por estas que son reflejo de la realidad o todo lo contrario, nuestra proyección de la realidad. Desde el mito de la caverna de Platón o las sombras chinescas hasta la misma leyenda acerca del origen de la pintura: Kora, una joven corintia, allá por el siglo VII a. C, dibujó la silueta de su amado en la pared para inmortalizarlo.
Así, los trabajos de Walker más representativos están realizados con papel negro en los que recorta siluetas componiendo enormes frisos, con enormes títulos, que se desparraman por las paredes y nos cuentan historias; muchos de ellos están ambientados en la Guerra Civil Americana. Las siluetas eliminan los detalles por lo que la artista exagera, por ejemplo, los rasgos negroides para que con un simple recortable, todos nos enteremos de quién es quién. Dota a sus murales de cierta inocencia aparente pero, poco a poco, a medida que nos fijamos en los detalles, nos van clavando un puñal que deja cicatrices.
Así, Walker practica «lo grotesco estereotípico» esto es, una cierta caricaturización de los estereotipos raciales compartiendo estrategia crítica con artistas como Yinka Shonibare, Ellen Gallagher o Rotimi Fani-Kayode.
Kara Walker, como otros artistas negros, se enfrenta al dilema acerca de cómo mostrar su arte dentro de un sistema artístico creado por el mismo poder colonialista que denuncian. Aún, creo, están por venir fórmulas acertadas pero, de momento, parecen haber decidido actuar desde dentro.
La artista también escribe, pinta, dibuja y realiza instalaciones de gran tamaño, destacando «Una sutileza» (o «Maravillosa Sugar Baby»), de 2014
Y es que Walker no es una artista negra que denuncia la esclavitud, lo cabrones que fueron los esclavistas, sino que cuestiona las certezas como inicio de un cambio real en el mundo.