Mary Pratt
Canada, 1935–2018
Especializada en naturalezas muertas, la técnica de Mary Pratt es casi de fotografía. Mejor todavía que una fotografía… Lo suyo es hiper-hiperrealismo, sobre todo mostrando escenas domésticas.
Mary Frances West empezó a pintar de niña en su Canadá y acabaría estudiando Arte por pura vocación en la Universidad de Mount Allison. Es ahí donde conocería a su futuro marido, el también pintor Christopher Pratt, y a otros ilustres artistas canadienses como Alex Colville, que le daría clase.
Como mujer de la época, dejó que la carrera de este buen hombre se desarrollara, y Pratt sacrificó la suya para cuidar de cuatro hijos y cumplir con las obligaciones que se esperaban de un ama de casa… Su nombre se cambio a Mary Pratt abandonando el West de soltera.
Aún así, Mary siguió pintando cuando podía. Basándose en la fotografía y haciendo gala de una técnica asombrosa, retrató objetos cotidianos que veía por casa, sobre todo alimentos. Unos objetos que adquieren con su pincel no sólo un superrealismo desconcertante, sino que van más allá… Pratt consigue dotar a estos objetos increíblemente realistas de una magia irreal, muy poética y sugerente.
Lo podríamos denominar la belleza de lo cotidiano, y como todo lo cotidiano, su pintura también tiene en mayor o menor medida un ligero toque perturbador.
Pratt acabaría superando en éxito a su marido, del que se separaría en 2004. En 2006 se volvería a casar.