Manchas de mermelada, luces de gelatina
Esto no es una foto. Es una deliciosa pintura.
La ahora octogenaria Mary Pratt lleva pintando toda su carrera cuadros de comida.
Todo comenzó en su Terranova natal, un idílico mundo rural en el que Pratt pasaba horas en la cocina. La futura artista notó la luz del sol de la tarde brillando a través de los tarros de mermelada que había preparado y colocado en el alféizar de la ventana y su vida dio un giro.
A Pratt le pareció maravillosa la imagen. Las mermeladas caseras brillaban y filtraban los rayos de luz y decidió tomar una fotografía.
A partir de ahí se obsesionó con la imagen y decidió pintarla, de modo amateur. Lo rojos, tan presentes en su obra, la fascinaban. Pratt creció en una casa llena de rojos, y recuerda haber ido a ver una película cuando era niña y ver a la actriz Susan Hayward bailar con un vestido rojo. Pratt desarrolló «una creencia en rojo». Para ella el rojo «no es solo un color, es una emoción».
El trabajo de Pratt es una celebración del objeto cotidiano. La pintora consigue dotar a estos objetos increíblemente realistas de una magia irreal, muy poética y sugerente. Es lo que se podía denominar la belleza de lo cotidiano.
Hoy, Mary Pratt es un referente artístico en Canadá. Hasta los sellos postales de este país tienen tarros de mermelada pintados por esta ama de casa rural que se convirtió en gran pintora.