Salvator Rosa
Italia, 1615–1673
Salvator Rosa, italiano salvaje, combativo, irónico e independiente.
Aunque al parecer lo de la pintura le venía de familia, sus padres albergaban la pobre esperanza de que se hiciese «letrado»; pero la cabra tira al monte, y Rosa se las agenció desde jovencito para aprender a pintar con su tío materno, así como con su cuñado, que también era pintor y además discípulo de Ribera.
Admirador del tenebrismo inconfundible del Spagnoletto, Rosa mantendrá siempre en sus obras, sobre todo en sus paisajes, más propios del clasicismo francés de Poussin o de Lorrain, esa sombra siniestra que lo envuelve todo. En ellos añadirá frecuentemente bandidos, escenas de batallas, o algún que otro aquelarre y criatura monstruosa, que conquistarán la admiración de Francisco de Goya.
Su espíritu crítico le llevará a interesarse también por la filosofía. Meditó mucho sobre el pensamiento clásico de los cínicos y los estoicos; dos formas de vivir entre las cuales sus propias inclinaciones bascularán constantemente. Admirador por ello de las pinturas de filósofos de Ribera, continuará también con originalidad propia este tipo de temática.
A medio camino entre el barroco y el clasicismo, su obra es sin embargo irreductible a una sola corriente o influencia. Su pintura es expresión, ante todo, de un espíritu de lucha y conquista de su propia independencia artística, actitud que determinará toda su vida. Muchos le considerarán por ello un precursor del romanticismo.
Espíritu libre, Rosa es el ejemplo de pintor que consciente y beligerantemente trató de deshacerse de todo tipo de constreñimientos. No pinta para ganarse la vida, sino porque le gusta pintar. Pero para pintar lo que le gustaba, con placer y fidelidad a sí mismo, tuvo que liberarse de las dependencias económicas que sometían su pincel a las exigencias del encargo. Así que aplicará su artístico genio e ingenio para ganarse la vida de otras maneras.
Viajará varias veces a Roma y allí logrará cierto éxito y fortuna como escritor satírico, actor, músico y creador de espectáculos. También tuvo tiempo para caricaturizar, mediante las simpáticas razones expuestas en un libelo, al reconocido pintor oficial del papado, Bernini. Logró ganarse con ello, exitosamente, la enemistad del artista y de sus protectores romanos.
Pero además de todo lo anterior, Rosa se ganará la vida como excelente grabador, dejando más de 100 láminas de aguafuerte.
El autorretrato será también nota de esa pintura orgullosamente independiente en lo económico y lo estético. Rosa se pintará a sí mismo unas cuantas veces; de forma desafiante, siniestra, satírica y original en todas ellas.
Así lo vemos en el autorretrato de la imagen, en el que con tan sólo 25 años deja ya un claro y cortante aviso para futuros críticos de su arte:
AUT TACE AUT LOQUERE MELIORA SILENTIO
«O cállate o di algo mejor que el silencio».