Demócrito
El filósofo se ríe.
Demócrito, «el filósofo que ríe» no parece muy contento envuelto en este sombrío paisaje lleno de despojos de toda clase de seres vivos.
Rosa no es un pintor convencional, antes de pintar al filósofo ha tratado de conocer cuál era esa filosofía que hacía adoptar tan famosa y preciada actitud positiva ante la vida. Para Demócrito, pensador materialista, todo es un compuesto de átomos invisibles, materia corruptible ante nuestros ojos que habrá de parar en nada. Pero para llegar a su conocida concepción atómica del mundo los relatos antiguos cuentan de él que solía adentrarse en los cementerios para poder comprender, con objetividad científica, el comportamiento de esas partículas materiales con la peculiar virtud de componerse y descomponerse entre sí.
Ante ese conocimiento la tradición atribuye al filósofo tópicamente una actitud risueña, a menudo entendida superficialmente como aquella del que resuelve todo con un simple carpe diem, la vida es breve disfruta el momento, riamos hoy que mañana lloraremos… Pero Rosa, que parece haberse puesto en la piel del filósofo (no sería raro que se estuviese retratando en él), desvela sin ocultar sombra alguna, la verdadera dureza que esconde semejante filosofía, en la cual, como se da a intuir en la pintura y en el grabado que existe de la misma, Demócrito no ríe, tan sólo esboza una sonrisa irónica.
Respuesta desengañada del que ante el desolador espectáculo de una naturaleza vista bajo la luz de un determinismo absoluto y exento de finalidad consoladora alguna, percibe la desproporción y vanidad de las pretensiones humanas.