La crucifixión de San Pedro
Luces y sombras dominaron la vida de Caravaggio.
Actualmente seguimos sin poder hacernos una idea de la revolución que supuso en los primeros años del siglo XVII la pintura de Caravaggio. El arte por aquella época estaba ya enfocándose hacia otra dirección, pero Caravaggio tomó la suya propia, de ahí que los clasicistas tacharan al artista como el “Anticristo de la pintura”.
Captamos el momento en el que los tres verdugos romanos van a colocar al mártir con los pies arriba y la cabeza hacia abajo, siguiendo los deseos del propio San Pedro, ya que según cuentan las fuentes, el santo no se sentía digno de ser crucificado como Él.
A pesar de la ausencia de sangre, nuestro protagonista no está libre de dolor, pero es un dolor más espiritual que otra cosa. La luz no sabemos de dónde viene (¿De dónde viene?), pero ilumina violentamente el rostro y el cuerpo. El culto a la penumbra en el fondo ayuda a resaltar el dramatismo de la escena.
Metafóricamente luces y sombras dominaron la vida de Caravaggio. Personaje violento, atormentado y cliente habitual de las tabernas de los suburbios romanos. A pesar de realizar pintura religiosa, Caravaggio juntó su vida oscura con personajes benditos. En 1606, en la obra “La muerte de la Virgen”, Caravaggio pintó a la madre de Dios utilizando como modelo una prostituta, e incluso se alimenta éste suceso con el hecho de que podría ser una prostituta muerta, pero aquí entramos ya en un círculo de especulaciones.
Anteriormente, la crucifixión de un personaje santo habría sido representada con la dignidad que se merece, sin embargo, Caravaggio muestra en los tres verdugos un esfuerzo penoso por levantar el cuerpo, tres borrachos levantando a su compadre todavía más mamado del suelo. Todo es sórdido como la barra de un bar romano del siglo XVII, oscuro como los pies del que carga la cruz a sus hombros.