La incredulidad de Santo Tomás
El genio barroco pintó con un realismo sorprendente otra de sus grandes obras maestras entre tinieblas.
Jesucristo resucita ante sus discípulos, pero Santo Tomás se resiste a creérselo y no se le ocurre otra cosa que meter un dedo en la herida del costado, algo bastante anti-higiénico, pero sumamente revelador.
Esto unido al naturalismo extremo del genio barroco dan lugar a una escena absolutamente fascinante, que además tiene una magnífica composición donde todas las miradas convergen en la llaga de JC.
Creador del tenebrismo o «caravaggismo», el artista deja con la boca abierta a todo el siglo XVII con este intenso efecto lumínico donde los motivos aparecen fuertemente contrastados con luces intensas y oscuridades profundas.
La violencia, el realismo y ese marcado contraste entre luces y sombras, tan característico de los cuadros de Caravaggio, son el reflejo de la biografía del pintor italiano. Una existencia convulsa marcada por su relación con individuos de la peor calaña de cada ciudad: peleas, borracheras, denuncias y juicios que acabaron incluso en condena a muerte por asesinato cuando intentó castrar a un tío.
El artista consiguió huir de la justicia, pero en 1610 su cuerpo apareció muerto en una playa italiana. Tenía 39 años.