Cesta con frutas
Una cesta de fruta casi podrida nos hace pensar en la caducidad de las cosas.
Una selección de frutas de verano, de aspecto no muy fresco y muchas de las cuales están comidas por los gusanos, muy alejadas de la perfección.
O bien Caravaggio pintó lo que había en su estudio, o quizás hay algún significado oculto con el que muchos historiadores teorizaron, desde un símbolo de la pasión de Cristo, hasta otro de la impotencia producida por la fermentación de la fruta (llámese licor) a la que el artista era muy aficionado.
Lo cierto es que observar este cuadro nos hace pensar en la caducidad de las cosas (incluidos nosotros mismos). Una especie de vanitas.
El bodegón era en la época un género menor… Menor que un género menor. Era lo peor que podía hacer un artista, aún como mero ejercicio. Sin embargo el muy subversivo Caravaggio lo puso de moda y el bodegón (o naturaleza muerta) fue uno de los géneros estrella del barroco, quizás debido a los gustos de los nuevos clientes que creaban colecciones privadas con temas profanos como un poco de comida.
Otra cosa muy barroca es el efecto óptico, casi un trampantojo en el que la fruta parece salirse del cuadro. El hecho de ubicarla tan abajo y tan al borde da una inestabilidad que aumenta la sensación de que todas esas frutas se van a caer del lienzo.
Desde luego ayuda el brutal realismo casi fotográfico de este sobrenatural artista (que tenía por la época unos 25 años).